Hubo un tiempo antes del tiempo que todos recordamos, donde
ser médico, ejercer la profesión, era comparable con lo inalcanzable, con lo
épico, con lo más elevado que alguien podía aspirar.
Hubo un tiempo antes del tiempo que todos recordamos, donde
al estudiante de medicina se le respetaba, dentro y fuera de la universidad,
señalados para ser la encarnación de pulcritud, decencia, inteligencia,
abnegación y compromiso… en aquellos días, hoy tan lejanos, el ser médico,
automáticamente un statu quo
sustentado por generaciones y generaciones de grandes sabios y clínicos
excelsos que construyeron para nosotros la fama y reputación digna de
semi-dioses… sí, léanlo bien. SEMI-DIOSES, porque los médicos se erigían por
encima de la sociedad, independientemente del poder económico que tuvieran… el
arte de sanar siempre ha sido algo que se vende caro.
Y aunque no me gusta usar la palabra “vender” porque siempre
se piensa en $.$ aunque en este caso era algo que te proporciona peso
específico, por ser poseedor de las artes arcanas de la medicina.
En ese tiempo antes del tiempo que todos recordamos,
acceder, mantenerse y egresar de la carrera de medicina era, literal, una
odisea, donde pocos eran los sobrevivientes, pero eso sí… cuanto más cernida
está la criba, más fino resulta el producto.
¿Cómo es que llegamos a perder todo lo que se había ganado
previamente? ¿Cómo fue que del Olimpo, caímos al Inframundo? Bueno, de esa
recopilación versa este Blog… y mientras en mi mente retumba Greensleeves la versión acústica con
laúd, hagamos un recuento de cómo es que perdimos la semi-divinidad.
Recuerdo de mis días de estudiante de medicina, los de
pregrado. Recuerdo la desfachatez de mi vestimenta y de cómo me pavoneaba de ser
irreconocible como estudiante de Medicina, mi objetivo era que no se supiera
que yo era parte de esa élite… porque sinceramente eso de las apariencias no se
me ha dado, demasiado visceral y demasiado agresivo. En cierto modo, trataba de
proteger el carisma de la carrera, de los estragos de mis idiosincrasias.
Cuando fue inevitable finalmente, el momento de usar la “Bata Blanca” bueno,
ahí ya no había marcha atrás pulcritud, pulcritud, pulcritud. Empero, comencé a
observar a los que venían detrás… a los que estaban alrededor, a los que
estaban delante de mí… en el estricto punto de vista académico en grado…
comencé a ver cómo las costumbres de antaño, el trato y el carisma se había
perdido. La carrera de Medicina era una carrera más. Nunca se me ha conocido
por ser alguien “modesto” o “condescendiente”, así que en conocimiento de
causa, miraba 360° y me preguntaba “¿Es en serio esto la élite de la sociedad
estudiantil?” veía como incrementaban las batas blancas en cantidad y disminuía
la calidad… extraordinario del extraordinario de la palanca del recomendado y
así se cambiaban las calificaciones.
También empecé a ver batas blancas cada vez de forma más
frecuente en antros y bares, comprando licor y cigarros y embrutecidos, dar
espectáculo público, eso sí… vistiendo orgullosamente bata blanca… días
recientes se nos aporreó en las redes sociales con: “usos de la bata blanca”
muchos lo tomaron a bien, otros lo tomamos a mal… pero nadie hizo hincapié en que
eso en verdad estaba pasando. Batas blancas en la disco, batas blancas en
cantinas, batas blancas bailando reggaetón, no se espera eso de los estudiantes
de medicina vestidos en su tradicional Blanco Clínico.
Más allá del estudiante de medicina, si por algo somos bien
conocidos los médicos es por las épicas
fiestas de las que somos parte, en donde el alcohol corre a raudales y las
consecuencias saltan en la primer plana de cualquier diario, local, regional y
nacional. Mucho tiempo la sociedad ha tolerado esto bajo el argumento de “Se
están divirtiendo” y se han hecho de la vista gorda en el mismo juicio que para
otros se tildan de borrachos y escandalosos. ¿Por qué nos toleraron eso?
Sencillamente porque seguíamos siendo buenos en nuestra labor, nuestras artes
arcanas seguían siendo la diferencia entre la vida y la muerte, nuestras manos
y cerebros curaban, mejoraban o al menos consolaban… eso nos permitió conservar
nuestra hegemonía.
¿Qué pasó después? Después vinieron los escándalos por
“Errores Médicos”, la criba cedió y el producto que salía no era de ya de calidad,
no era bueno, no era ni siquiera aceptable. Empezamos a sacar los ojos que no
eran, a cortar las piernas contralaterales y a fallar en cirugías que se
consideraban de rutina. Empezamos a fallar en el tratamiento, empezamos a
fallar en el diagnóstico, empezamos a fallar en el consuelo a quienes no
podíamos curar. Empezamos a perder el arte… y después vino la debacle, como
médicos… empezamos a prostituirnos.
Y en eso no me refiero a los médicos que malbaratan su arte
por menos de lo que cuesta una orden de tacos… ya no digamos tacos con
aguacate, yo trabajé un tiempo en el sistema de “comodatos”, bastante útil para
los recién egresados que buscan sobrevivir un tiempo. Poco después dejé el
sistema y respaldado por mi esposa y mis
artes, puse un consultorio y una farmacia. Pero el Blog no trata de mí. (ßEditar
esta parte). De la prostitución que hablo es de la que se lleva a cabo a
grandes niveles.
Grandes han sido, son y seguirán siendo los escándalos de
los médicos y las empresas farmacéuticas, de los congresos VTP (viaje todo
pagado) y de las primas de los contratos de aseguradoras, no lo critico, de
algo tenemos que vivir, pero no así. No así.
Cobrar lo justo SÍ, pero no es “hacer más para cobrar más ni
hacer menos para obtener beneficio”. Así se han acuñado frases como: “_Oye,
¿qué tenía tu paciente? _Pues unos ahorritos” ó “Con el próximo que cruce la
puerta saco la letra del carro” así es la concepción de la sociedad hacia los
médicos de hoy en día… unos vampiros chupa-dinero que no paran hasta ver
agotada la veta.
Más aún, los puestos directivos a grandes niveles
institucionales públicos y privados donde el costo de productos puede
incrementarse miles de veces en las licitaciones mientras pasan de una mano a
otra, de un nivel a otro, como en recientes escándalos en la secretaría de
educación.
Pero eso no fue lo peor, no lo peor vino después… aunque es
bien sabido que “Perro no come Perro”, no aplica para los médicos. Empezamos a
criticarnos abiertamente unos a otros en una guerra sucia digna de cualquier
campaña política de nuestros días. “El peor enemigo de un médico es otro
médico” y así en el afán de conquistar la cima, más por demerito de otros que
por méritos propios, nosotros mismos sembramos el despertar de la sociedad.
“Ese médico le operó mal”. “Ese tratamiento no es el indicado”. “Ese médico no
sabe, tómese esto y va a ver”. Empezamos el canibalismo y la sociedad aprendió,
aprendió bien y tomó argumentos para someter a los semi-dioses.
La batalla contra nosotros mismos nos hizo quitar la vista
del verdadero frente de batalla, nos descuidamos y fuimos tomados por sorpresa,
llegó Prometeo y nos robó el fuego, la tecnología desnudó parcialmente nuestras
artes arcanas y las puso en manos de todos… y como pasa en la pornografía, la
desnudez parcial, incita, excita, mantiene expectante, mientras que la desnudez
absoluta, aburre.
Los estudiantes de Medicina tratando de desnudar
completamente la medicina, se aburren y desfallecen en su ideal de trascender
en el mundo médico, mientras que charlatanes se apropian de la semi-desnudez
seductora de la medicina y se erigen a nuestra altura queriendo prescribir
desde el PLM sin la formación adecuada que el arte exige. Así nacieron
charlatanes que capturaron la atención de la sociedad, quienes al ver a sus
semi-dioses caídos, y aparecieron las “Cápsulas de la salud”, la “Información
que cura”, aparecieron prácticas menos ortodoxas… nada ortodoxas de la medicina
que ofrecía curas milagrosas, cosas que los semi-dioses no podían ofrecer ya más.
Fue cuando ocupados en la batalla contra nosotros mismos,
surgieron los oportunistas y vieron un buen negocio demandar a los médicos… por
cualquier tontería. Y ante nuestro desinterés por mejorar, la sociedad se dio
cuenta que no somos inalcanzables y
fuimos cayendo, cayendo hasta tocar el fondo.
Y es así como ahora en un intento desesperado por recobrar
nuestro lugar en la sociedad, hacemos marchas y levantamos la voz, cuando no es
la sociedad, ni los abogados, ni el gobierno, ni el presidente… somos nosotros
mismos los culpables, no me malinterpreten, el sistema NO es una mierda, la seguridad social está bien pensada,
tiene buenos objetivos y grandes ideales… pero la gente que dirige ese sistema SÍ es una mierda… y ¿qué creen? Los
que dirigen el sistema, son médicos… bueno, médico-administradores, porque
médico es el que practica la medicina, no el que ostenta un título. Siempre he
creído que por eso se le llama “ascender” en la jerarquía, porque te vas
alejando cada vez más del suelo, hasta que lo pierdes. Y en ese ascenso se han
perdido los valores más esenciales de nuestra arte. Es así como nos servimos de
quienes están “por debajo de nosotros” para hacer lo que nadie quiere hacer.
Eso ha costado vidas, de pasantes del servicio social, de
médicos internos de pregrado, de residentes, incluso de hermanos de armas
médicos… desgraciadamente nos hemos vuelto insensibles a las pérdidas (juego de
palabras de “pérdidas insensibles”), todas las cosas por las que atraviesa el
país nos ha vuelto más tolerante, donde antaño dichas sutuaciones hubiesen
partido a la sociedad… ¿Cuántos “Doritos Blancos” por nuestros hermanos caídos?
(En eso estoy de acuerdo con Kalimba).
Me parece increíble la transformación de la medicina, pero
me parece aún más indescriptible la transformación de los médicos y de la
sociedad. Ahora somos botargas, ahora somos noticia amarillista, ahora somos nota
roja, ahora somos criminales, ahora somos un triste recuerdo, una sombra
languideciente de lo que los antiguos médicos esperaban de nosotros.
Después del “Paro Nacional” que no fue ni paro ni fue nada, ¿Qué
fue lo que obtuvimos?, ¿Qué fue lo que pedimos?
Para mí, eso fue más algo como… ponerle oxígeno a todos los
pacientes, lo necesiten o no, algo para sentirnos más tranquilos con nosotros
mismos, no necesariamente algo que represente una utilidad. De todo corazón en
esto último deseo estar equivocado, pero realmente, nada ha pasado. Los que fueron destituidos siguen destituidos, las
reformas siguen en marcha y los caídos continúan en el polvo. ¿Por qué?
Porque el cambio nunca es de afuera, no esperemos que con
una marcha la sociedad cambie y olvide todo lo que durante muchos años le
enseñamos. El verdadero cambio está en nosotros. Desde muy joven acuñé una
frase que ha regido mi vida, que se ha probado así misma ser verdadera y cierta en TODOS los aspectos, todos los gremios y todas las
situaciones.
JUNTOS LO SOMOS TODO®
¿En verdad estamos juntos los médicos?
Referencias.
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